




Esta sección de LATOGAVERDE, es una manifestación del compromiso personal y profesional con la cuestión ambiental, que mantengo de manera reglada y acreditada desde 1998, y de una forma de Ser y Estar que me anima y obliga desde que tengo uso de razón. A la formación adquirida se suma la experiencia docente especialmente en el ámbito de la Educación Ambiental y el de la Sensibilización Ambiental, entre otros.
Esta sección de LATOGAVERDE, es una manifestación del compromiso personal y profesional con la cuestión ambiental, que mantengo de manera reglada y acreditada desde 1998, y de una forma de Ser y Estar que me anima y obliga desde que tengo uso de razón. A la formación adquirida se suma la experiencia docente especialmente en el ámbito de la Educación Ambiental y el de la Sensibilización Ambiental, entre otros.
Yo pertenezco a una Infancia de escopeta de aire comprimido “Gamo” tirabalines con que arrebataba el piar de gorriones, la estridencia del negro estornino y la melodía del mirlo, al jardín decadente, amurallado y romántico, con almendros y cipreses, de la casa de mi Abuelo en la Calle Olmillo de Sacedón. Sin saberlo, acompañé sin arma pero con el aliento quebrado a alguno de aquéllos “Juan Lobón” en noches de Luna llena en la quietud crepuscular aliada del indómito Jabalí. Supe que un perro era compañero y que se ganaba su condumio y un rincón si daba, aún, más que recibía. También de camadas gatunas extinguidas en un paredón y me acuerdo de aquel galgo atigrado que murió atropellado en la calle en un drama de aullidos y de la contemplación de su cuerpo inerte y aún doliente…
Descubrí que con los pollos de los tordos bajo las tejas de arcilla de la antigua Fábrica de Harinas se hacía un arroz sabroso y que unas gachas en casa de Vicente Romero y de Sole ya tenían estrella “michelín” antes de inventárselas. También que se navegaba sin Mar sobre el trillo y al viento del tiro de dos mulas y que las aceitunas se curaban de ninguna enfermedad cambiando el agua al frio del Invierno.
Me advirtieron que el trueno de la tormenta podía acabar con la vida de los pequeños canarios, aún dentro del huevo. Me lo enseñaron unos hermanos, los Labarra Rubio – qué buenas personas- que eran sastres mientras sus brillantes y enormes tijeras cortaban patrones sobre telas dibujados, y el húmedo aroma del vapor de su plancha dejaba tan perpetuo el pliegue como la impronta en mi poco saber. Calle Mayor de Sacedón.
Se pagaban las urracas –Pica pica- acribilladas y se llamaban alimañas los Busardos y Milanos, Azores y Cernícalos… hasta que Félix Rodríguez de la Fuente nos sentó delante de la televisión para hacernos ver. Para hacernos Decentes.
En los herbarios que mi profesora de Ciencias Naturales, la Srta. Elena, nos enseñó a realizar quedaron mil flores y languidecieron sus colores. En la taxidermia de D. Saturnino quise lograr una resurrección imposible.
Y con el hermano Feliciano acudir al departamento de telas de El Corte Inglés para con los cilindros de cartón confeccionar aquellos adornos navideños, en una recuperación, reciclaje y reutilización con estrella de oriente. El Portal de Belén era siempre un árbol… y el escaso calor del aliento de un buey y una mula quedaban bajo la manta del corcho de un alcornoque.
Maravillas… las de mi Colegio de La Salle.
Desde allí hasta aquí, y gracias a aquella Infancia de Pueblo y a un gran Colegio y a aquellos Hombres y Mujeres puedo decir que me hice decente para el Campo. También para la Vida.
Pocos niños disponen hoy de esa Educación Ambiental, por tanto de esa Educación Decente. Ya no portan la escopetilla y sí un “smartphone”. Los balines matapájaros ahora se llaman Whatsapp, Facebook, Instagram… No quieren matar su conejo mascota y adoptan un cerdo vietnamita. No saben ni quieren plantar un Árbol. Fotografían a un aldeano asando pimientos o cascando nueces, desgranando caparrones o trenzando ajos. No entienden el habla de pueblo ni el requiebro campesino. Desnaturalización. Deshumanización por tanto. Y muchos se comportan como auténticos tiranos ni saben dar la mano. Tampoco abrazar.
No les enseñaron.
Ácida mi palabra, agreste, astringente, tánica… quizá no había necesidad. Aristas que requieren la erosión prudente de la equidad y de una más serena contemplación de las cosas. Lo sé.
En este vuelo de LATOGAVERDE daré cuenta de información ambiental de interés general, iniciativas, actuaciones, cursos de formación, foto- denuncia, artículos de crítica, opinión y debate, sugerencias, noticiario, divulgación, buenas prácticas ambientales…
Tienen, también aquí, trato las cuestiones relativas a la agricultura y ganadería, la caza y la pesca, la apicultura, usos y costumbres en el medio natural, las sabidurías de los hombres y mujeres de los pueblos de España, las tradiciones, apuntes de gastronomía y alguna que otra receta…, artesanías populares, la vocación, la dedicación, el trabajo y el servicio público que prestan Instituciones como el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil SEPRONA y la Guardería Forestal, el quehacer esforzado de los Retenes Forestales, la biología de las especies silvestres de Flora y Fauna y por supuesto, cuanto tenga que ver con la botánica y lo forestal, el río y el medio fluvial, el paisaje y la orografía, el monte y la huerta, el bosque y la pradería…
Este ROBLEDAL de “La Ganchera” es lugar que se pretende -no siempre lo será- amable, evocador y sugerente, informativo y formativo, de sencilla manera y auténtica expresión, amante de Solanas y de la bruma de la Umbría.
Toma su nombre de un extenso y preciado Robledal de Melojos (Quercus pyrenaica) que viven en las laderas pedregosas y abruptas del monte soleado entre las Aldeas de Zaldierna y Azárrulla y frente a la Aldea de San Antón, todas éllas pedáneas de Ezcaray.
Allí brama el ciervo y el cárabo ulula, ambos en amores silvestres demandantes y en lances que nunca les son demandados. Sierra de la Demanda.
La tierra también se ha helado en el Camino de Herradura. Es Enero del MMXVII.